Para la sociología formalista alemana de Leopold von Wiese (1876-1969), el individuo, frente al proceso social, opta por dos comportamientos opuestos: o se integra al proceso colectivo, a sus particulares modos de vida, a sus instituciones consagradas, a su circunstancia y opera de ese modo un proceso sociológico de asociación o, por el contrario, se desintegra de la comunidad, se segrega de su estilo vital, rechaza la legitimidad de sus instituciones tradicionales y opera, entonces, un proceso sociológico de disociación.
Entre ambos procesos, sin embargo, media un tercero que participa de los dos anteriores; por una parte, el individuo asume la responsabilidad que surge de su condición de actor social, acepta y ratifica el orden comunitario, impulsa los aspectos a los que adhiere y, por otra parte, advierte sus errores y desajustes y, en ese sentido, niega su colaboración, declina su responsabilidad y adopta una actitud crítica y combativa.
Este tercer proceso de la sociología de von Wiese es el que caracteriza y define claramente el comportamiento del escritor surrealista frente a la sociedad de su tiempo y determina "la síntesis peculiar del estilo contemporáneo que se funda en una contradicción entre las anárquicas fuerzas de lo oscuro, que pugna por sobresalir, y la confianza en las conquistas de la razón", según ha sostenido el poeta y crítico de arte español Juan Eduardo Cirlot (1916-1973) en su "Introducción al surrealismo" de 1953.
La actitud fundamental del surrealismo obedece a una reacción contra las formas literarias tradicionales y exalta la potencia del instinto frente al imperio de la razón, promoviendo -dentro de la obra literaria- la pérdida de un tema conductor, de un desarrollo lógico y de toda coherencia racional.
La actitud fundamental del surrealismo obedece a una reacción contra las formas literarias tradicionales y exalta la potencia del instinto frente al imperio de la razón, promoviendo -dentro de la obra literaria- la pérdida de un tema conductor, de un desarrollo lógico y de toda coherencia racional.
El escritor, en este caso, protagoniza un proceso de disociación que paradójicamente se fundamenta en el opuesto de asociación, tal como se puede apreciar en la obra de Guillaume Apollinaire (1880-1918), André Bretón (1896-1966), Louis Aragón (1897-1982), Tristán Tzara (1896-1963) entre tantos otros.
Sin embargo, el proceso de disociación sucede al de asociación no sólo sociológicamente sino también psicológicamente. Casi sin excepción los protagonistas del movimiento surrealista se rebelan y rechazan la sociedad de su tiempo porque la saben inconmovible o, así al menos, lo creen. Su actitud comporta la realización de un acto gratuito, una pura libertad del espíritu sin consecuencias para el orden social que niega. Y el movimiento surrealista ha tenido plena conciencia de ello. En el fondo, se trata de una situación de clase social que permite una cómoda rebeldía sin menoscabo del destino personal de cada escritor, que sabe de antemano que su negación y condenación carecerán de eficacia. El abandono de los principales protagonistas del movimiento surrealista de las corrientes políticas de izquierda a las que en un primer momento adhirieron, es una prueba clara y terminante de la inconsecuencia del movimiento.
El surrealismo presume, sociológicamente hablando, una irresponsabilidad, aunque su subversión haya sido provechosa para la literatura de nuestro tiempo.
qué bien.
ReplyDeleteindago la relación entre Surrealismo, el arte y la sociología hoy.
ReplyDeleteHay que mirar los autores que señalas!
Saludos